ENRIQUE MORENTE + LAGARTIJA NICK
OMEGA, EL QUEJIDO ELÉCTRICO DE LA ZAMBRA
Concebida como la visión de Enrique Morente sobre el Poeta en
Nueva York de Lorca, y tomando tanto poemas de este como las
letras más inspiradas del lorquiano Leonard Cohen (siempre he
creído que es un letrista más inspirado que el mismísimo
Dylan) este disco es la experiencia más radical que une, como
jamás se ha hecho, dos tendencias artísticas tan extremas como
el flamenco y el rock. El trágico desgarre de la garganta del
cantaor encuentra un entendimiento perfecto e inusitado en los
guitarrazos (las navajás) de Pareja y Codorniu mientras que el
bajo y la batería (inconmensurable, riquísimo, denso e
inspiradísimo Erik) construyen un fondo rítmico irreprochable
exquisitamente adornado por las palmas y el cajón (perfecto el
percusionista Tino Di Geraldo). Una obra única como pocas,
inclasificable como ninguna, donde destacar una canción es
ofender al resto (mi favorita, la desgarradora Aleluya da
auténticos escalofríos) llena de drásticos y afilados cortes
(la enorme Omega) este disco fue una experiencia que dejó
mermado al grupo. Tras él, Erik abandonó la formación y un
cúmulo de nubes oscuras se creó en el horizonte. A lo lejos se
escuchaba la extraña risa (ese tipo de risa del que,
orgulloso, observa al tiempo arrodillarse y darle la razón) de
un cineasta eléctrico.
FOTOGALERÍA ESPÁRRAGO 1988, GRANADA. FOTOS: J. E. GÓMEZ
INDYROCK
LA BALADA DEL ARCÁNGEL GITANO
Por FERNANDO M. NAVARRO (especial IndyRock)
Es como el suspiro enchufado de un gitano. Como la longitud de
una noche que huele a azahar y a vino, pero que es custodiada
por una luminosa estela de neón, por un cableado de rosas y de
azucenas. Un cantaor, con un lamento en el pecho que llega más
allá de donde alcanza la vista del dios más poderoso, se
retuerce en su lecho. El lamento del río impide escuchar el
eco divino que resuena en su frente. Hoy corre más violento
que otras noches. Sube al patio.
La noche está rota en un naufragio de estrellas, coronada por
una luna que parece artificial, como si la proyectara el
mismísimo Val del Omar desde Comares, como una pantalla
escarpada preparada para proyectar tus profecías. Cuando el
hombre agacha la cabeza, irritado por qué la belleza de la
tierra y el murmullo líquido del río le impida cantarle a esa
hermosura y ese rumor, una magnífica presencia se aparece ante
él. Es alto, como las mil torres que nadie se atrevió a
construir. En sus ojos, un fulgor suicida, se escribe su
palabra.
Su verbo es aquel que anuncia. Las uñas son de hielo y los
párpados no se rinden ni ante el desafío más peligroso.
Decidido, el Arcángel mira al cantaor fijamente. A su espalda
nacen rascacielos, conjuros y maldiciones de cristal. Tras él,
niños y niñas, negros los dientes, amoratados los labios por
el frío, se desgajan la piel con cada nuevo verso que nadie
recita. Una lágrima (un cable) se pasea por su mejilla
germinando en un cortocircuito que deja sin luz (por unos
lúcidos instantes) su vientre y su alma. Entonces el arcángel
abandona el patio y vuelve a su nido (un monte cercano, muy
cercano).
En su rastro, el cantaor (el artista total) al fin acepta la
voz del alado oráculo de cuero y vuelve a la cama. Esa noche
se retorcerá con cada nueva sacudida de su profecía. Y en cada
nueva descarga, entre los muros de su cama, se tallará el
nombre de esa visión y será esa visión la que de luz y cobijo
a la zambra a partir de ahora.
FOTOGALERÍA ESPÁRRAGO 2002, JEREZ DE LA FRONTERA. FOTOS:
J. E. GÓMEZ INDYROCK
OMEGA, PRIMAVERA SOUND 2008
Crónica por Rafa Carazo - IndyRock
Doce años han pasado desde la edición del Omega (1996) y como
transitamos una época de revisiones constantes parece lógico
que una obra de tal magnitud se reedite y por supuesto salga
de gira recalando en los dos festivales con más prestigio de
nuestro país (Primavera Sound y FIB).
Jugada la primera parte cabe sacar conclusiones y sobre todo
buscar los errores para no repetirlos en la segunda. Los
primeros problemas no le son achacables (se coló el sonido del
escenario ATP) pero sí es cierto que la parte central del
concierto no consiguieron el sonido esperado.
Aún así fue una manifestación cultural en toda regla. El OMEGA
es un hito de la cultura musical de nuestro país. Granada
emitiendo al mundo con una fusión que desborda las cualidades
estilísticas de cualquier género. No es rock, no es pop, no es
flamenco y no es mestizaje. Es una obra a exportar. Es
innovador, lo es desde hace 12 años y lo seguirá siendo.
Comenzó Enrique Morente con su cuadro flamenco para desgranar
las primeras composiciones del disco. Cautivando con "Norma y
paraíso de los negros" y "El pastor bobo". Sale Lagartija
Nick, posiblemente el grupo nacional con mayor presencia y con
una fuerza descomunal. La banda demuestra que no ha venido a
acompañar a Morente sino a lucirse.
Cautivaron "Manhattan (First we take Manhattan)" y "Aleluya
(Hallelujah nº 2)" (unos cuarenta minutos después de que la
interpretara Rufus) pero el público explotó con "Vuelta de
paseo". También merecen recordarse "Pequeño Vals Vienés" y
"Niña ahogada en el Pozo".
Mención aparte merece "La aurora de Nueva York", momento final
del concierto, se arreglan todos los problemas de sonido que
existieron en el ecuador del mismo y explota el júbilo con la
abrasadora entrada de Lagartija Nick. Emotivo es el adjetivo
adecuado pero se queda lejos, muy lejos.
Por cierto Rockdelux salda una cuenta pendiente. En 1999
publicaron un especial con los mejores 200 discos de la década
de los noventa. 150 internacionales y 50 nacionales. Les
recuerdo el podium español 3. Family -Un soplo en el corazón-;
2. Los Planetas -Una semana en el motor de un autobús-; 1.
Enrique Morente y Lagartija Nock -Omega-. Ahora, casi diez
años después deslumbran en su escenario.
LA RIVIERA, 2008
Crónica por Nicoletta Pispisa / Marcos González - IndyRock
Junio 2008
La sala la Riviera de Madrid no parece ser el sitio más idóneo
para un espectáculo de estas características. Pero el público
de la capital es muy sufrido y se hace a cualquier cosa. El
sonido de la sala es, por decirlo suavemente, malo. Y
disfrutar de las dos emocionantes horas que nos entregaron
Enrique Morente y sus colaboradores sin cervezas, perdona me
dejas pasar, tienes papel y saltos tipo hardcore en los
momentos más eléctricos es, quizás, pedir demasiado. No
importó eso, ni tampoco la incógnita ante lo que nos íbamos a
encontrar esa noche.
Siete hombres vestidos en blanco y negro acompañan a Morente y
el público los recibe con una impresionante ovación, a lo que
ellos responden con un momento calmado en el que entonan las
voces y se reúnen alrededor de un micrófono. Efectivo método
para que los artistas se concentren y el público se calme.
Posteriormente agradecen al público el recibimiento y toman su
lugar en el escenario. Son tres dobles parejas de baile,
palmas y guitarra, más un comodín excepcional al cajón y, por
último, una experimentada voz que tuvo momentos realmente
deslumbrantes.
Y aquí comienza la primera parte del concierto, con el "Solo
del Pastor Bobo", que hace recordar que el concierto está
noche es debido a la reedición del disco "Omega". Pero hasta
una hora pasará para volver a escuchar temas de ese regalo que
Morente y Lagartija Nick hacían a la música en 1996 para
cantar a García Lorca y Leonard Cohen. Canciones que podemos
denominar tradicionales, flamencas o jondas, no se. pero en
cualquier caso preciosas.
Para hacer un alto y separar fases, aparece un gran coro
femenino que hace un momento muy festivo, con agudas voces y
alegres bailes. Aquí el público empezaba a intuir lo que se
venía encima. La aparición de Antonio Arias y los suyos tras
unos biombos transparentes hace evidente que empieza la
segunda parte. Es el turno de la pantalla gigante, y suenan
con todo el despliegue rockero de Lagartija Nick y la poderosa
voz de Morente espectaculares versiones de "Omega", "Aleluya
(Hallelujah nº2)", "Manhattan (First we take Manhattan)", una
trallera "Vuelta de paseo", con problemas de sonido, una
versión muy libre de "Ciudad sin sueño" y una coreada "Pequeño
vals vienés (take this waltz)".
Sólo queda tiempo para una improvisación a modo de
agradecimiento al público que se escucha ya con las luces
generales de la sala encendidas. Pero ni el sonido mediocre ni
estos detalles hicieron que no se viviera esa noche un recital
cargado de calidad artística.
Un lector neoyorquino de "Poeta en Nueva York" se preguntó:
¿cómo sabe este señor (García Lorca) lo que me pasa a mí? Y
tras ver el espectáculo de Omega, uno no puede más que
preguntarse: ¿cómo sabe este señor (Enrique Morente) lo que le
pasa a la música?