GRUPOS
EN INDYROCK * Archivo histórico
Curtis Eller`s American Circus Taking up Serpents Again AC
1891
por Hugo Roca - IndyRock
Curtis Eller es nostálgico, toca el banjo y su taimada pluma,
cáustica y sardónica, cobra vida a través de un canto acendrado
que en vivo acompaña de acrobacias y cabriolas; su complexión
física es enjuta y sus ojos aguzados como ascuas; su rostro
enérgico, casi explosivo, esconde una arcana tristeza que sofoca
en su rojiza y rizada cabellera.
Le canta a todo lo que extraña, sus añoranzas se convierten en
la pulsión primordial que lo inspira y hace gritar; Buster
Keaton murió antes de que él naciese, ecuante es el caso de
Elvis, pero este músico oriundo de Nueva York los recrea en su
mente y, en cierta forma, idealiza para posteriormente escribir
sobre el pasado perfecto que cobra vida en su último álbum:
Taking Up Serpents Again.
Acompañado por su banda, American Circus, en éste, su tercer
disco, presenta 10 canciones que logran conjugar la sátira
burlesca, impetuosa y dionisíaca, con la disciplina académica,
rigurosa y correcta, creando una de las mejores propuestas
sonoras de los últimos cinco años.
A diferencia de tantos otros grupos llamados alternativos que
mezclan géneros y ritmos creyendo que la creación es endógena,
Curtis Eller parte de la técnica para describir los procesos
creativos y obtener un sonido particular, atrayente en
abundancia para quienes buscan salir de tanta música popular
consuetudinaria.
En la canción que abre, bautizada bajo el mismo nombre que el
álbum, el banjo es acompañado por un templado bajo; la
simplicidad estructural exige enorme expresividad vocal, que se
alcanza gracias a una técnica atildada que consigue diferentes
módulos en una misma línea melódica. Para el climax de la copla,
un coro formado por tres mujeres cantando en tiple
ornamenta la tonada, matizándola con distintos relieves
sonoros, haciendo de Taking Up Serpents Again el epítome
perfecto para lo que se viene.
En Hide that Scar el coro se convierte en un eco blusero que
parece perseguir a la voz principal al tiempo que el canto
frenético sugiere "darle a los niños cocaína para que aguanten
despiertos las noches"
Canciones más lentas como Coney Island Blue, Amelia Earhart y
Stagecoach permiten centrarse en la descripción de situaciones,
lugares, sentimientos, ciudades o, como es el caso de Buster
Keaton, la mejor balada del álbum, la disección de un recuerdo
que nunca ocurrió.
Sugar in my Coffin puede que sea la canción más emblemática,
junto con la homónima, ya que líricamente engloba las diferentes
facetas que se manejan a lo largo del disco: melancolía, crítica
política, ironía y energía, "cuando esté muerto quiero un poco
de azúcar en mi ataúd, si tengo que irme quiero un poco de
azúcar en mi ataúd", ese es el deseo de un joven adulto
inconforme con su presidente, con la sociedad y que lleva una
vida pasional que encuentra reposo en la comicidad;
musicalmente, la canción incluye la incursión de coros y
variación en la instrumentación conforme los versos avanzan.
Finalmente, en Stephen Foster, Curtis se convierte en un
trovador con espíritu de juglar al narrar la muerte de uno de
los villanos del pueblo con una composición propia, con cierto
aire noble, pero siempre buscando divertir, "éste es el lugar
donde Stephen Foster murió, y ésta la canción que le quitó su
honor", canta mientras el pueblo baila.
www.curtiseller.com
French Quarter Overpassing Arbor
/www.arborcdr.com
www.myspace.com/frenchquartermusic
por
Hugo Roca - IndyRock
French Quarter es el pseudónimo que utiliza Stephen Steinbrink
para grabar discos; en su último álbum, Overpassing, se
reunió con músicos injertos en la escena artística de Arizona
para grabar nueve canciones que en menos de media hora exploran
y traducen los íntimos avatares emocionales que suceden en el
interior de cualquier persona que a la vida llegue.
Antes de escribir sobre el contenido me gustaría hacer mención
del boato; es decir, el empaque que contiene al álbum. Las
necesidades del mercado de consumo imposibilitan que a nivel
industria se puede invertir en el diseño que acompañará un
disco; naturalmente la imagen puede ser de alto nivel artístico,
pero siempre se presenta bajo el mismo prototipo de caja; y, en
las ediciones especiales, la variación es inocua, tanto en el
material como en la forma.
La disquera independiente Arbor hace de cada una de sus
producciones una pieza única de artesanía: Las cataduras de sus
lanzamientos son hechas a mano y de edición limitada; ejemplo de
ello es Overpassing.
La portada, trazada con pinturas de aceite sobre una base de
cartón, presenta en su centro una plasta blanca que se extiende
hasta casi tocar los márgenes, arriba del níveo se enhiestan dos
mitades de tubos añil con sus bases entrecruzadas, la estructura
de cada uno es particular: el izquierdo es robusto y de trazo
recto, en su cabo, un círculo lo ornamenta; el derecho es
alargado y deturpado, su cabo es deforme y casi toca las letras
manuscritas, del mismo color que los tubos, que indican el
nombre del grupo; abajo a la derecha y entrecomillas, con igual
tipo de grafía, se lee el mote del disco.
Mi copia es la 99 de 100, todas presentan el mismo concepto de
portada; empero, cada una varía en algún detalle que la hace
única. Creando así, antes siquiera de escuchar la música, una
reliquia musical que predispone al escucha a penetrar de buen
talante a la significación que la obra abrirá en algún punto de
su proceso creativo.
Ahora sí, iniciaré mi reseña. Como dije en el primer párrafo, el
disco explora y traduce los avatares emocionales que eclosionan
en un individuo; pero la magnitud de los sentimientos y la
percepción de las cosas y la jerarquía y respuesta que se le den
a las mismas dependen de qué clase de individuo sea.
Y el hombre que intima en Overpassing es un melancólico, uno de
perfil romántico, burgués e intelectual contemporáneo, que su
tiempo lo gasta en Espronceda, Goethe, Baudelaire y Proust; y
sus problemas, al no conocer realidades sociales ni compartir
problemáticas generales, los encuentra en el amor imposible de
las letras y la batalla de muerte entre el hombre y el arte.
En la obra no hay crítica social, no funge como espejo de
realidades. Se desprecian los problemas y se apuesta a una
profunda interiorización, que nada exhibe que pueda interesar a
la sociedad y nada revela que algo aporte para una mejor
humanidad. Sólo se puede aspirar a identificarse con el
hondo pesar.
La primera canción se titula Seasons (songs) y le canta a una
partida. El idealizado concepto de bella amada deja al
enamorado. El amor en odio se torna y el despechado rompe
fotografías casetes y cuanto vestigio queda de ella, "una
canción por cada lágrima, una lágrima por cada canción. Y esta
canción lo es todas, todas las lágrimas y todas las
canciones; al final, agotado, se pregunta: "¿A dónde vas
sin tu canción?". Las temáticas de las canciones varían sobre
una misma base, con el mérito de no tocarse unas a otras y en
caso de hacerlo, mantener la esencia que las individualiza. En
cortes como Being Late y Bury my old bones la discusión
filosófica es la predominante, en la primera se afirma que en la
vida "no hay tiempo para preocuparse, no hay tiempo para
sufrir", la segunda se cuestiona, "¿por qué festejar la
vida?, es tan aburrida, ¿por qué vivirla?, sólo por ella
transitamos. La muerte, ¡festejemos a la muerte!, a ella no la
conocemos pero despierta nuestro interés".
Keep the faith hace pensar en días menos frondíos y cavila cómo
conservar la fe; es en Hope, última canción del disco, que se
contesta y la respuesta la haya en las diarias fruslerías, en
ellas se encierra el misterio de la vida, por ellas se continúa
viviendo; las fruslerías que tanto se desprecian son las que
dotan de belleza a la existencia.
Musicalmente el disco contiene una rica y bien lograda
instrumentación; violines, tuba, contrabajo, guitarra acústica y
una rústica batería acompañan el agrio canto de Steinbrink. Se
logra crear un matiz general, presente en todas las canciones,
un ambiente común que integra las partes en el todo, por lo que
el disco consigue funcionar como tal. Las canciones logran su
individualidad partiendo del hecho que se suceden y cada canción
responde a un planteamiento que se hizo su sucesora; y no
sólo temáticamente, sino que también musicalmente las canciones
continúan algo que plasmó, abrió e invitó a entrar la anterior.
Y al final, el círculo se cierra cuando Hope encaja en Seasons
(songs). Como el romántico que es a partir de sí mismo y sus
problemas responden a las mismas características endógenas,
Overpassing es un registro de un ciclo cerrado y fielmente
reproducido en nueve canciones que se alcanzan unas a otras y
resuelven, de alguna manera extraña, el misterio de una vida
arcana.
P.A.F / P.A.F New World of Sound
www.myspace.com/paf
por
Hugo Roca - IndyRock
Durante los primeros años del nuevo milenio, Scott Pinkmountain,
músico con larga trayectoria dentro de la escena alternativa
independiente, se reunió con el bajista Eric Carlson y el
baterista Gene V. Baker para formar una agrupación a la que
bautizaron con el nombre de P.A.F. En el 2006, bajo el sello
discográfico New World of Sound, el grupo editó un disco
homónimo que reúne ocho temas; el resultado es una propuesta
naturalista de corte minimalista que durante poco menos de una
hora le quita el ornato a los sentimientos y los presenta tan
crudos como pueden llegar a ser. El sonido rudimentario de la
batería y la guitarra, el bajo acelerado que con progresiones
simples acompaña a la voz desgarrada, pelada, que baladra
exaltada; todas estas características mucho se han explotado,
sobre todo en estos últimos cinco años, aunque en la mayor parte
de los casos, el fin estético o la pretensión retro han
ocasionado que los intentos fracasen, con la excepción de Black
Cat Music, me parece que nunca antes se había logrado un disco
tan fiel y honesto. Si se van a denudar los sentimientos, si se
les va a quitar el embozo, la hipocresía y se van a transmitir
directo desde el alma cariada o lacerada de un hombre
posmoderno, es necesario, en primer lugar, deshacerse de
cualquier tipo de pretensión musical, entendida ésta, en el caso
de un disco que busca expresar un sentir inclemente y directo,
como cualquier intención por lograr un sonido ribeteado o
melodías agradables. Y es en verdad difícil escribir canciones
donde la asonancia es la guía y la desentonación aparente la
proximidad al oyente. El estilo de PAF es rudimentario,
atrevido, crudo; sus canciones: latas, sufridas, exigentes y
alarmantes. Tal pareciese, al escucharlas, que se está
ingresando en una mente adolescente, perturbada, hastiada,
desesperada por identificarse y encontrar un camino. La canción
que abre, To love you, en contrapunto a lo que podría deducirse
de su nombre, no refleja un amor estético, de melodías bellas y
palabras buenas que claman por la mano de la dama deseada, no,
en lo absoluto; es un amor de pasión que se desborda y cae en el
cause de la frustración. Para ello, la voz lo es todo, los
instrumentos sólo acompañan y fungen como eco trastornado de la
indecible agonía que con alaridos se expresa y llega
trashumante, inestable, intensa y por lapsos violenta: deambula
ligera por la ira, la ternura, la criminalidad y al final se
sacia con locura. Blue Plate, segundo corte, continúa expresando
el sentir de un ser que en su interior agoniza por la falta de
un motivo por el cual vivir, ya no es amor lo que expresa, su
veleidosa condición, lo lleva ahora a lamentarse de nuevo, sin
aparenta causa o razón; pero musicalmente se logra la canción
más sobresaliente del álbum: todos los sonidos reducidos a lo
esencial, la voz es respetada, nunca sofocada en los acorde, la
batería, a partir de la disciplina, crea su ritmo en avenencia
con un bajo que fosco otorga el matiz en el que se desenvuelve
la guitarra y, la voz, que por momentos es un continúo estertor,
que anuncia la llegada de una fatalidad que nunca aparece, que
el oyente espera sin obtenerla. y así el disco continúa, largo y
tenso, siempre captando la atención y manteniéndola ahí, a la
mitad, sin dejarla ir pero sin ofrecerán desenlace, una tensión
que no cede, que siempre permanece y que al final, uno se da
cuenta que durante 54 minuto el alma continúa tirante, tal vez
permanezca sí, destinada a nunca safarse.
Reeve Carney I The Revolving Band
Live at Molly Malone´s DVD
por
Hugo Roca - IndyRock
Desde párvulo, Reeve Carny demostró pericia en la guitarra,
melífera voz afinada, pero, a diferencia de muchos infantes
talentosos en el boato, poseía también sensibilidad acendrada
que adecuada salida encontró en las palabras, con las que
intentaba plasmar lo que en su interior eclosionaba.
Entrado en la puericia, comenzó a buscar la forma de compaginar
sus precoces poemas con los acordes: había ingresado a clases de
guitarra y cada vez las melodías lo convencían más de ser el
acompañamiento ideal para sonorizar sus poemas cantados, que al
principio semejaban cuplés y romanzas bucólicas; sin embargo, el
peculio dejó de correr en su familia y sus clases de guitarra
con abrupción terminaron. De pronto, la candidez trocó en
melancolía y los pastizales verdecidos en mujeres hermosas de
garbo distinguido: la pubescencia y la pobreza le llegaron
a Reeve al mismo tiempo.
La confusión primera desembocó en inspiración
perfecta que, a la postre, lo llevaría a integrar a su hermano
Zane, su hermana Paris, el bajista JD, el tecladista Charles
Jones y el baterista David Salmon en una agrupación bautizada
con el nombre de The Revolving Band, avocada a enriquecer las
canciones compuestas y cantadas por Reeve Carny.
El salón Molí Jalone le permitió a la novel banda tocar sus
primeros conciertos; a los tres meses, las presentaciones
esporádicas se habían transformado en semanales y al medio año,
un lleno total recibía cada presentación de Revé Carnes I i.e.
Revolving Band.
Sus presentaciones en el lugar se transformaron en
acontecimientos, donde magnates de la industria discográfica,
artistas de alcurnia y fanáticos entregados, presenciaban los
conciertos con pretensiones que surcaban territorios tan
diversos como la mera curiosidad auditiva como la intención de
volver al grupo vulgar producto.
La historia trillada, del líder pobre que funda una banda que al
poco tiempo se hace famosa, suena en la radio, firma contrato
millonario y despega hacia el estrellato, se ve truncada en este
caso, ya que, como antes mencioné, Revé Carnes no es un
talentoso en boato, lo es en esencia y, a pesar de contar con
múltiples ofrecimientos discográficos, continúa presentándose en
el Molí Jalone sin disquera y disfrutando la frescura
despreocupada de quien toca por placer y sin contrato.
Una de sus sesiones, la del 22 de marzo del año 2006, fue
grabada y recientemente editada en un DVD titulado Live at
Molí Malone´s.
El concierto inicia con Easier said than done. Circunspecto
parece al principio el cantante, con voz de bajete algo balbucea
e inmediatamente se levanta sonora pleitesía que a su vez es
contraatacada por la banda que ofrece los primeros acordes, a
los cinco segundo, lo voz, arcana, tierna, ligera de Revé parece
dimanar de algún profundo lugar para emerger y dominar a la
música; su tono algo tiene, indefinible, solemne, inocente pero
extraordinariamente sabio; es tal vez eso lo que hace que i.e.
Revolving Band no sea una banda más con la que se puede hacer
dinero porque "suena bien", de esas que se fabrican y salen
decenas mensuales, no, esta banda no es de esa ralea, las
canciones van más allá de la normalidad, la compenetración de la
batería y el bajo, la improvisación en el piano y la guitarra y
siempre la voz serena que por espasmos torna energético al matiz
hierático, de secretos profuso.
There she goes comienza con un órganos simple y secuencias
vocales escalonadas, el bajo se une e inyecta líquido tiloso, la
voz sigue baja, el piano la exalta, in promptu, con toda la
calma, parsimoniosamente, el redoble de la batería prepara el
coro: la voz ahora es atiplada y ohhhhhhh there she goes, se
retoma la estructura primera pero ya nos mostró en lo que
desemboca; cuando se espera el mismo desenlace y se está
escuchando el mismo desenlace, la canción alcanza un módulo
ignoto, inesperado, fantástico, fabricado a partir de un
caos que resulta perfecto y otra vez, fastuoso, el coro de
nuevo, el público canta y ella sigue y sigue.
En Resurrection hay un extenso puente musical, donde los
instrumentos relucen por separado, cada uno respetando el
tiempo ajeno y ayudando al lucimiento; intrínseco trabajo de
grupo, se supera la perfección técnica, que sólo desemboca en
academismo vano, y se llega a la penetración total, humana,
cercana, fraternal, de hermanos musicales, que comparten una
experiencia espiritual, que disfrutan improvisando y creando y
se emocionan interpretando; se rebasa cualquier ornato fatuo o
exigencia esteta, es un trabajo que rebasa cualquier
encasillamiento y sólo debe ser disfrutado.
No sé cuánto tiempo este gran grupo seguirá en su sano
escondite, como gema que se niega a ser vista, pero estoy seguro
que cuando lo salga, será porque las condiciones necesarias
están dadas para que nunca se opaque y mantenga por siempre ese
brillo que alumbra las paredes del Molí Jalone hace ya algún
tiempo.
www.reevecarney.com www.myspace.com/reevecarney
Sxip
Shirey Sombule
/Charm Productions 2006
por
Hugo Roca
¿Qué pasa cuando los instrumentos se tienen que fabricar, no
existe referente alguno de cómo deben ser tocados y su estudio
interpretativo descuella por inexistente? Si bien, interpretar
cualquier herramienta musical establecida implica exhaustiva
practica hasta llegar a su dominio y renovación sistemática para
conservar las creaciones frescas, es también cierto que la
carencia de objetos creados ex profeso para ser tocados acabaría
con las aspiraciones musicales de la abrumadora mayoría de los
que ahora se desempeñan como intérpretes. La creatividad, por
ejemplo, de un guitarrista es encomiable, no hay duda de ello; a
partir de un sistema de estudio establecido comienza la
exploración del objeto y llega a utilizarlo de maneras
impensable, logrando secuencias armónicas delirantes; pero, ¿qué
pasaría si ese innato guitarrista, con dedos armiños esculpidos
en oro, de una sensibilidad sonora tan acendrada que le bastaría
únicamente una cuerda para embelesar a Terpsícore, no tuviera
guitarra? ¿Qué pasaría si él tuviera que buscar la forma de
expresar sus inquietudes rítmicas a partir de los objetos que lo
circundan? Yo me contesto: muy probablemente terminaría de
oficinista. ¿Por qué? Porque su talento existente sólo puede ser
desarrollado a partir de un instrumento que cumpla ciertas
características muy concretas, un instrumento ya elaborado y
probado, con un sistema de aprendizaje determinado y patrones
fijados. Tal vez Cristo pudo haber sido un gran pirata
cibernético, pero no tuvo la posibilidad de demostrarnos esa
faceta, lo crucificaron por beodo y comelón antes de que pudiera
conocer las computadoras. Sin más preámbulos presento a Sxip
Shirey. Algunos datos superfluos que nada tienen que ver con lo
que quiero expresar sobre él son que nació en Ohio y desde
pequeño escuchó gospel; creo que aquí es donde los nescientes
críticos musicales dicen algo como "su temprano contacto con la
música gospel marcó definitivamente al pequeño Sxip." o alguna
estulticia del género. Sin embargo, puede parecer un comentario
símil al anterior, pero no lo es, lo que sí determinó el futuro
de lo que se convertiría en Sxip Shirley fue haber insertado
clips en las cuerdas de su guitarra metálica cuando párvulo; al
hacerlas vibrar, el sonido que obtuvo fue una campanada
alienada, algo así como el hijo de Bird, el personaje de Oé en
Una cuestión personal, convertido en tañido. A partir de ahí
inició frenética saga con fines exploradores para extraer los
sonidos más órdagos e ignotos de los objetos más desvariados y
excéntricos jamás imaginados. En su primer disco When Joy
Conquers Sorrow (actualmente fuera de impresión) despertó el
interés de críticos musicales, cabe aquí un escordio: no fueron
críticos de rock (con todas sus variantes), fueron críticos de
música clásica, pintura y ballet los que en Sxip vieron a un
genial hacedor de sonidos. Ya después, como siempre es, los
pasmarotes periodistas rockeros alumbraron su sendero: Historia
tan consuetudinaria que aburre: en las revistas de música
alternativa nunca se descubre, nunca se busca, sólo se absorbe
lo que alguien, en alguna estación de conductores pueriles
poseedores de una ignorancia pasmosa (entiéndase Reactor)
decidió programar. Se le edifica una escultura sin peana, que se
enhiesta a base de ditirambos absurdos una y otra vez escuchados
y una y otra vez repetidos por merolicos tardos, y así se crean
los iconos de arestín que son seguidos por las masas de
adolescentes que, por no seguir a RBD, siguen a otra muchedumbre
igualmente idiota: esa que llena los conciertos en el salón 21 y
que de los Strokes o Cold Play crean un concepto (ropa, cabello,
forma de ser, de pensar, de caminar, de crear, de hablar)
idéntico al de cualquier grupúsculo prefabricado. Naturalmente
los Strokes y Cold Play no son grupúsculos de fondo, lo son en
la forma, gracias al montón de homúnculos que los siguen y
transforman en vulgar mercancía. Muy bien, he terminado el sano
ejercicio de condenar a todo aquel que no admira a las Ondinas
en la Siesta de un fauno. Prosigamos las pleitesías y el pláceme
al creador de Sombule, editado en el 2006 bajo el sello Charm.
En su último disco, Shirey, entrega una amalgama preclara que
surca en volutas los regimientos absolutos de la inherente
capacidad humana por generar ritmos. Decir que es una mezcla
klezmer con música gitana y folk con tango y punk puede servir
en una instancia inmediata y práctica, mas considero necesario
decir que con una cuchara, campanas, copas de cristal, cajas de
música, sillas friccionando con el piso y la respiración, no se
puede hacer música catalogada, como es el caso de la canción
Pandora: esperpéntico drama teatral que desciende y asciende en
diversos módulos escénicos, creando el efecto de estar viendo
una coreografía de Balanchine. En All Babies Must Cry es
imprescindible marcar la clara tendencia al blues, de la voz en
tiple de Aimee Curl, que inspira confianza y propone yermo
apacible para dar inicio al misticismo y a la sensación de que
las palabras imperan y se arropan en la verdad, de pronto es
todo tan diáfano: hay que llevar a los bebés al río, ahí es
donde deben llorar, porque todos los bebés deben llorar,
efectuando así, junto al agua dulce, el acto más amoroso jamás
descubierto por los hombres. En The Train, en colaboración con
el grupo de country The Velmeers, se recorre a horcajadas un
pastizal indómito custodiado por arbustos y paja, y, a lo lejos,
la maternal mirada protectora de la agreste granjera que en
cuidarnos se añeja. Las dos últimas canciones a las que hice
referencia son vivas muestras de que el compositor al que dedico
esta reseña puede salir de su mundo sonoro de estridencia
perfecta y batahola egregia y continuar deambulando en los
rangos inhabitados de la genialidad. Para no caer en la
pretensión de los limitados, no diré que es un disco genial,
únicamente les pido que nunca en su vida lo vayan a escuchar sin
haber antes descubierto cómo rayos puede tocarse el silencio.
hay otra posibilidad: que algún día, antes de comprar su disco,
vean en vivo al hacedor de sonidos, cuentista, teatrero y mimo
llamado Sxip Shirey.
www.sxipshirey.com
The
Kitchen Syncopators Underwood
por
Hugo Roca - IndyRock
El entorno con el cual se crece es determinante en todas las
facetas a desarrollarse. La forma de pensar, lo que se pretende
lograr, la personalidad, moralidad, entendimiento, percepción de
la realidad y acepción de lo circundante, dependen de lo que un
niño vio, sintió, olió, aprendió y palpó. La actual tendencia a
homogenizar logra su cometido, a partir de los medios de
comunicación masiva, en las sociedades de consumo. Un infante
ranchero en Canadá puede presentar afinidad con su coetáneo
citadino de Singapur: ambos crecieron viendo los mismos
programas, jugando los mismos juegos y adorando a los mismos
deportistas. Y tal vez ese niño canadiense no comparte nada con
su vecino de cuadra, ya que éste se preocupa por regar las
plantas, arrear a la borregada y leer cuentos sobre animales de
Kipling.
En terrenos musicales, la industria se adecua rápidamente a los
vertiginosos avatares de los consumidores, ante tanto mercado,
se podría pensar que las necesidades a cubrir son extensas y
diversas, pero no es así: el comportamiento de la mayor parte de
los escuchas presenta características símiles a la de una
vacada, lo que facilita su complacencia.
Las tendencias retros a nivel radial son fluctuantes e
inmediatas, responden a intereses, circunstancias históricas y
hasta efemérides. Según el momento, una runfla se postra
mansa e idolatra al grupo que mejor aprovechó la novedad, en
espera, claro está, de que llegue la nueva tendencia que de una
novel pulsión anegue su instinto consumidor.
The Kitchen Syncopators surgió en 1998, en sus nueve años de
existencia han sacado siete álbumes; todos ellos con la clara
consigna de plasmar el intenso amor que sus integrantes le
profesan a la vieja escuela de la música sureña de los Estados
Unidos de América.
En su más reciente disco, Underwood, logran venerar la presencia
pretérita, mas no en la clásica manera unitiva de fusiones y
mezclas. Logran mantener intacta la peana y a partir de ella
construir una extensión que en creatividad y nostalgia se divisa
forastera.
La vetusta banda de cuerdas es retomada y en el sonido se marcan
respetuosamente y con ribetes parsimoniosos las dos tendencias:
la urbana, más estridente y vigorosa, y la rural,
siempre bucólica y artesanal. Ragtime, Jug band, blues y todos
los sonidos creados en cielo abierto conforman los cimientos
sonoros de las 11 canciones que Underwood contiene. Folk en su
explicación, jazz primero en su estructura, el séptimo álbum de
The Kitchen Syncopators interpreta a la perfección el old
southern sound , pero su verdadero mérito radica en, habiendo
logrado reproducir feténmente el sonido surgido en el lluvioso
Oeste de Oregon y en las fuliginosas avenidas de Nueva Orleáns,
progresar y dotar a lo ya conocido y mil veces reproducido de
cuerpo nuevo, voz distintiva y formas propias.
Angel of mine, canción que abre, es un escordio de lo que
allende acontecerá: un villorio de los años cuarenta; parva
entidad, los habitantes se conocen y absolutamente cualquier
acontecimiento que suceda en el terreno que los aloja es,
invariablemente, connosco. Regresa el, mucho tiempo ausente,
indómito adolescente que lunas atrás, varias ya, en imperdonable
afrenta abandonó el pueblo que hogar le dio. Pasado el revuelo y
desvanecido el guirigay, cuenta lo que conoció en la ciudad y
con ojos ajenos critica la vida rural. En sus palabras
acrisoladas hay nostalgia, demasiada, sabiduría, de esa velada,
y resignación, por siempre accionada. La imagen funciona a
partir de la técnica vocal de Frank Lemon que logra mostrarse
triste y cambiar a sobria, en tonalidades disímiles y dejando
invariablemente una estela amarga. Al final, confiesa por qué
dejó el pueblo, "¿Cómo te puedo perdonar, me robaste el tiempo;
está bien, te veo en el infierno, pequeño ángel mío".
Ya confieso, borracho y solo, acompañado por las cigarras y la
luna llena recuerda y confunde recuerdos del pasado con
ilusiones futuras que jamás se cumplirán, a partir de metáforas
montaraces, recrea la vida transmontana de ciega fe cándida y
sentimientos del todo cálidos, el miedo en el campo que lleva al
odio en livor repleto; habla sobre el amor agreste, tierno y de
pasión lleno que experimenta quien creció entre nubes, evónimos,
caballos, briznas y cierzo.
Retro en cada pieza, Underwood es la tristeza, belleza y
gentileza que entre ríos y montañas se expresa.
www.kitchensyncopators.com
Sonidos
http://profile.myspace.com/index.cfm?fuseaction=user.viewprofile&friendID=54838604
Kris
Angelis
Estornino que canta con los sonidos del árbol
por
Hugo Roca
Vivir en el campo, respirar aire cerril, emprender largas
caminatas cuando apenas albea, recoger nísperos por las tardes
cuando el esbozo del crepúsculo pinta al cielo con matices
arrebol y atraviesa las nubes en forma de largos y puntiagudos
hilillos luminosos, actividades todas realizadas por una niña
campesina; todo el ensueño que la rodea lo intenta dilucidar en
la casa del árbol, a la que por las noches sube con su hermana
gemela para unir sus compatibles voces de tiple en una loa que
no hace más que acompañar el trino de los dantos. Las párvulas
son ya parte del trazo natural del ambiente, lo son porque han
jugado tantas veces en la ciénaga que el pantano las acepta como
extensiones, los durazneros ceden mansos a las infantas sus
hijos preciados, que dejan el cálido y rugoso brazo paternal
para llenar con su aterciopelado cuerpo el cuévano que las
gemelas llevan aterido a sus codos en el que coleccionan sus
frutos preferidos.
Solaz paliativo hallan en los paseos a caballos, a horcajadas
recorren los interminables pastizales mientras el rútilo solar
obliga que las pestañas se cierren y formen celosía
protectora. Montar las transporta a esa otra dimensión desde las
cual se puede observar la realidad desde un promontorio, desde
un lugar jamás maculado que permite recibir a plenitud los goces
que el astrago ofrece. El frenético mistral en sentido contrario
se estampa belígero y despeina las crenchas que peinan el
leonado cabello de las hermanas.
De pronto, un día, veo de nuevo a una de esas niñas, a Kris
Angelis, ahora ya es una joven adulta y con extremo regocijo
escucho lo que hasta ahora ha hecho.
Resulta que continúo cantando, poco después de que yo partí
ingresó en el coro de la Iglesia y aprendió a tocar el violín. A
los 19 años tuvo el primer contacto con una guitarra, a las dos
semanas ya cantaba dos docenas de canciones propias. Actuó en
múltiples comerciales y tuvo apariciones en programas de
televisión. ¿se volvió pueril? No, nunca dejó de bailar,
¿alguien que creció en el campo puede dejar de bailar, siendo el
baile la expresión primera, antes que la palabra, para
eclosionar una sensación de alegría?
Con la intención de estudiar una licenciatura en psicología, se
trasladó a la ciudad de Los Ángeles, planeado para terminarse en
cuatro, Kris terminó en tres años el "degree".
Aburrida, tal vez, de tanto cemento, desasosiego y caos, decidió
grabar canciones, empacar su guitarra y recorrer el país.
Su Ep debut se llama Brief Sounds y se compone de la canción
homónima, el sencillo Long Way Down, I Wish y Remember the
Rain.
Alguien tan acostumbrada al arte, no necesariamente por haberlo
creado, simplemente por haber convivido con la pulsión primera
de toda creación artística, tiene la cualidad de expresar y
resumir los sentimientos de una manera tan libre y sucinta que
pareciese que hablando estuviera de su primera borrachera o de
su inaugural noviazgo, pero habla de misterios sobre el alma y
el amor y lo hace de manera tan natural que para los escuchas
acendrados no puede haber reproche a su música, no puede haber
recriminación alguna por que con tanta intensidad de pasión y
fuerza de imaginación e instintivo impulso por nunca
estatizarse, todo es perfecto, no la perfección que diligente
que persiguen los críticos baladíes, la perfección en la
comprensión humana, esa que muy pocos logran y que a muy pocos
les importa. Ahora es cantante, mañana seguirá estudiando y
luego. luego sólo la naturaleza lo sabe.
Geoff
Berner
The Wedding Dance of the Widow Bride Jericho Beach Music 0701
por
Hugo Roca para IndyRock
En el 2005 Geoff Berner escribió el primer capítulo de una obra
artística cuyo objetivo es: arrastrar el klezmer hasta las
tascas, que ahí permanezca y haga eclosionar pendencias y boruca
entre cufifos. Esa primera entrega se tituló Whiskey Rabbi: los
beodos se pelearon y el bullicio, conformado por patadas,
gritos, exclamaciones triunfales y contritas, se expandió por
tabernas, manflotas y tugurios. En beata correspondencia con la
premisa que indica carestía de evo en los apotegmas, este
acordeonista oriundo de Vancouver escribió un segundo capítulo
con la intención de continuar e inyectar de nueva pulsión a su
misión.
A poco más de un mes de haberse lanzado, The Wedding Dance
of the Widow Bride ya arroja resultados: las catervas de
avilantez han aquilatado con fruición auditiva esta
segunda parte y en su asnuno proceder está el resultado. Sin
conocimientos de cinésica, al entrar a un bar en el que suene el
álbum del que hablo, es posible dilucidar, a partir de los
visajes en rostros de alcohol tumefactos, la temporal anodinia
que lleva a la brega, al denuesto y al proceder malhadado. Todos
ellos pelean, se insultan, patalean, plañen, retoman la
amatividad que poco después convierten en agresividad. Aviesas
miradas de torvas pupilas, la música crea ambiente de riñas,
entre personalidades agriaces acostumbradas a utilizar navajas
en vez de palabras; con la única diferencia que es ahora el
kelzmer quien los provoca. El capitulo dos contiene más maculas,
gana profundidad, desarrolla lo bonítalo y se convierte en
trasgresor redomado.
Ya hemos hablado sobre la aportación del álbum al objetivo
general de Geoff Berner, ahora centrémonos en la temática
particular de The Wedding Dance of the Widow Bride. Todas las
canciones, exceptuando el cóver a Queen Victoria de Leonard
Cohen, son originales, inspiradas en los ritos judíos cuyo fin
es el connubio. La jarana alegre, de baile y fraternalismo, de
carrillos encendidos por el alcohol y sonrisas permanentes que
luego se convierte para unos en desdicha y para otros en plena,
aunque inmediata, felicidad. Me parece que la concepción del
álbum va enfocada en el cataclismo de las bodas, cuando los
asistentes comienzan a trastornarse y los contratiempos y
disgustos que cubren a un sector alimenta la celebración de la
sección contraria. Normalmente este fenómeno ocurre cuando el
amanecer perece y suele confrontar a la parte frondía con el
complemento frenético.
Todas las canciones están ligadas y describen las diferentes
posturas adoptadas por los protagonistas de una boda cuando el
clímax ha llegado. ¿Hasta qué punto nuestra alegría se basa en
el infortunio de los otros?, con buen lirismo y la áspera voz de
Berner, el díscolo violín de Diona Davies y la percusión aquieta
de Wayne Adams, la pregunta es respondida.
Es el momento de bailar, las parejas se forman y el ritmo guía
los pies; las piezas avanzan y las parejas cambian; la
novia cae en brazos del que siempre la amó, quien, con casi un
litro de tequila cumpliendo su función como depresor del sistema
nervioso, le suelta a bocajarro: "tu esposo es un marxista que
piensa que el matrimonio es un estado de prostitución, así que
vas a tener que cogértelo sólo para que se calle y te deje
dormir".
En la mesa de los intachables, delectos y diligentes hombres
cuyos principios les impiden degradarse al grado de bailar, la
discusión es harta interesante, hay uno, el que posee en su
timbre mayor resonancia, que intenta dehortar a sus amigos,
"recientemente me han dicho que el nuevo papá morirá pronto, en
cuestión de la sucesión, África a mi ver tiene promisión, tendrá
que esperar en la línea de batalla".
De imágenes como las anteriores está repleto el segundo disco de
este regio acordeonista que a partir de la recreación de un
solemne convite denuncia y critica formalismos sociales a la vez
que confronta atavismos mundiales.
www.geoffberner.com
The
Neins Circa Please Fell Free to Enter the Tipi
por
Hugo Roca - IndyRock
Para un grupo independiente, emancipado y gozoso, el estigma
comercial de la asechanza al segundo álbum es inexistente. No
hay presión por repetir el éxito logrado, ya que éste es
atildado; es decir, se basa en una relación directa entre los
creadores y los oyentes. No hay intermediación mediática ni
radiodifusoras cobistas, o ensañadas, que manipulen al mercado
fláccido que descuella por mudable y beocio.
Es un pequeño mundo acendrado e indecible, conformado, yendo a
sus peanas, por artistas que abstraen vivencias, las transmiten
en acordes y son recibidas por runflas selectas, que tuvieron a
bien atravesarse en fetén momento.
El aticismo musical del producto, claro que indispensable, no es
predominante para seguir a la agrupación. Hay cosas mucho más
recónditas y sublimes que intervienen para que los seguidores de
un grupo independiente sean tales. Y es que si la calidad fuera
el patrón, probablemente un grupo "mainstream" la iguale o
supere, pero existen minorías encomiables que no buscan
perfección técnica, material, y por lo tanto mundana, sino que
es solazarse espiritualmente lo que indagan en la música,
los discos son potenciales remansos, los cuales, conformados por
mareas y dársenas, les facilitan el ingreso, o en algunos casos
el disfrute, a la entelequia de la identificación sentimental,
el saberse entendidos en estado de quimeras, en escuchar a lo
que alguna vez atisbaron el esbozo.
Por favor siéntete libre de entrar al tipi, la puerta está
abierta en señal de cálida bienvenida. ¿Por qué te niegas? En el
interior encontraras cómodos sillones y mesas de juego, nada te
faltará adentro; los cuentos sobre animales de Kipling
predominan en cuanto a literatura, pero muchos son los temas de
los que puedes platicar. Las canciones de este álbum de Neins
Circa son eso, una invitación ecuménica para formar parte de una
comunidad tribal, para conocer el interior de la tienda, para
saber qué hay ahí. Pero no todos la aceptan, de hecho son pocos
los que siquiera se interesan, pero es que órdagos son los
aptos para sentirse en su hogar cuando para acceder a la tibieza
de los objetos es necesario poseer intelectos escarpados y
espíritus mondados, y el gran alud de las personas que escuchan
música no buscan, sólo reciben lo que se les da, no emprenden
sagas por encontrar lo suyo, sólo seleccionan de un muy limitado
abanico. No se exigen, se adecuan. Tal vez por eso el arte
multitudinario sea casi siempre tan vacuo, insulso y chabacano.
Los invitaría a entrar al tipi, pero sería una banalidad.
Pláceme a quien ya lo hizo.
http://www.theneinscirca.ca/
http://profile.myspace.com/index.cfm?fuseaction=user.viewprofile&friendID=43521294
Mad Tea Party Big Top Soda Pop
WTR05
por
Hugo Roca - IndyRock
Big Top Soda Pop es el cuarto álbum de Mad Tea Party,
agrupación oriunda de Ashville, N.C. Al escucharlo, la sensación
de estar ante la musicalización de la novela Alicia en el país
de las maravillas es instantánea. Una voz de fémina anacrónica
acompañada de un exótico ukelele, una guitarra que añora y una
sólida base de bajo pernea el ambiente con recuerdos de épocas
sepultadas. A lapsos regresa el sonido jazz de la vieja escuela,
a otros la peana en la cual se desarrolló el roots se aparece
por fugaces instantes para dar pie a ribetes del rock en la
década de los cuarenta y finalmente presente arreglos de cuerdas
modernos que suenan a la corriente refinada del indie-pop
reciente, pero que no logran derrocar el sentimiento retro que
las canciones encierran.
Es difícil pensar que en su infancia, Ami Worthen no se
obsesionó por Lewis Carrol, pareciera que éste dio pie a que su
díscola imaginación de párvula curiosa volara tan alto como las
ilusiones se lo permitieron, rompiendo todas las barreras en las
cuales se estrellan los sueños de muchos infantes, que, al no
desarrollar sus inquietudes con la lectura y sí con la
televisión, bloquean el horizonte de los pensamientos con
obstáculos banales.
La llegada de la pubertad y la posterior aparición de los
síntomas adolescentes no sacudieron como vorágine la cabeza de
Ami; al contrario, le brindaron la emoción de una meta:
Conservar inmortales las emociones y quimeras que tuvo de chica,
acumular conocimientos y vida y, cuando esté preparada, rendirle
tributo a su infancia, esa etapa llena de jardines gigantes,
cuerpos que caminaban sin cabeza, juegos con animales ataviados
de gala y fiestas de té en donde todos los comensales estaban
destinados a escuchar permanentemente el plañido desesperado de
un ratón que perdió su abrigo.
Con este, su cuarto álbum, el tributo es encomiable: encierra
nostalgia embelezada por la pureza de la inocencia, es como
entrar al cerebro de una nonagenaria, en él cohabitan los
pensamientos primeros, cándidos y serenos, combinados con la
experiencia de toda una vida.
Big Top Soda Pop es estar en la sala estrecha de una casa para
enanos: las paredes están pintadas con colores llamativos y las
teteras histéricas discuten hirvientes con las tazas
subversivas. Es un cuarto donde la irrealidad asciende a la
dimensión de lo posible y la dispersión es el orden perfecto;
pero, sin embargo, las tazas de té que acaban de ser servidas
encierra todos los misterios de eso que llaman realidad: el
vapor que de ellas emana esconde qué hay detrás de amor, muerte,
dinero. De pronto la cotidianidad de la vida mundana se emancipa
absurda y anodina.
Cuando salen de esa casa, Ami Worthen provocar cambios sociales
en Ashcille, N.C, su ciudad natal; el guitarrista del grupo,
Jason Krekel´s, realiza postales a mano así como arte urbano y
Lora Pendelton, quien toca el bajo, ejerce el oficio de barbera.
Pero tan pronto vuelven a entrar, estos creadores de música
añaden a la vida terrestre una dosis concentrada de alegre
fantasía.
www.themadteaparty.com
Fishtank
Ensemble Super Raoul 2002
por
Hugo Roca - IndyRock
La taberna está encallada en el centro de la ciudad de Bucarest.
Al entrar, un intenso olor a ginebra escarpa mis fosas
nasales y el humo de los cigarros deambula como calígine y nubla
mi visión por latos instantes. Los comensales son responsables
de una estentórea batahola deforme donde invectivas aisladas
abandonan la boruca general para enhestarse triunfantes en medio
de la boruca; el peligro de que una brega estalle en cualquier
momento es inherente.
Es una tasca pequeña y la estuosidad que presenta se contrapone
con el frío allende. El lugar en el que me encuentro seguramente
anfitriona tertulias de facinerosos y bellacos, o al menos esa
es la primera impresión que me he formado.
Mis cavilaciones deambulan errantes meditando lo símil del
barrio donde Fagin vivía con este bar cuando el grupo comienza a
tocar, la música me sume en un letargo exultante en donde lo
circundante se desvanece, el tiempo se pierde y el espacio
transmuta. No estoy ya en un café viciado, me encuentro, de la
mano del violín, en una caravana gitana recorriendo el verdor de
los campos rumanos. La guitarra flamenca me mete una torta de
aceite de oliva por la boca y me inserta en Sevilla desde donde
veo mayestática La Giralda; im promptu, una voz atiplada me sube
a un promontorio desde donde observo una casa, en la sala una
mujer canta klezmer con atavismo judío puro, finalmente el
sonido del acordeón me avisa que estoy observando un grupo de
polca callejero en los callejones de Bohemia.
La melodía cesó, mi espíritu sosegó y yo yacía cuan largo era en
el sillón de mi cuarto, ¿nunca estuve en un pub húngaro?.
entonces, ¿qué ocurrió? Simplemente que el álbum debut de
Fishtank Ensemble, Super Raoul, había finalizado.
La historia de este ensamble es tan bizarra que, al conocerla,
no se me hizo tan raro que experimentara un éxodo alucinante
cuando los escuché por primera vez. Fabrice Martínez nació en
Francia, el llegar de la adolescencia trajo consigo deseos e
impulsos en el joven que lo llevaron a viajar por varias
regiones europeas, fue en una de ellas donde encontró una
caravana gitana la cual lo sedujo con su misticismo milenario y,
sin mucho cavilarlo, decidió unírseles. Recorrió Rumania,
Hungría, Suecia y Polonia donde aprendió folk tradicional de los
Balcanes y se convirtió en dómine del violín. Por caprichos del
sino que dicta los senderos que las vidas deben seguir, viajó a
California en donde conoció a la vocalista Ursula Knudsen, el
acordeonista Aaron Seeman, el guitarrista Douglas Smolens, el
percusionista Adam Stacy y un intérprete del shamisen llamado
Kevin Kmetz. Todos ellos concordaron en una sala de conciertos
en Oakland llamad Fishtank donde charlaron amenamente sobre
música y acordaron dar un concierto días después en el mismo
lugar. Hasta ese punto, vieron el acuerdo como un palomazo
divertido o una improvisación interesante. Su estupor fue grande
al encontrarse en el escenario tocando canciones ignotas que
surgían exactas y fluidas. Parecía que llevaban largo tiempo
tocando juntos, todos en la audiencia imaginaron estar
presenciando el espectáculo de una banda experimentada y con
vasta trayectoria, nadie creyó que era la primera vez en la que
aquellos músicos tocaban juntos. Compaginaron tan bien que al
bajar del proscenio se les pidió que grabaran un álbum.
Emocionados por la imantación de acordes, grabaron Super
Raoul después de 3 semanas de estar juntos. El resultado es un
álbum amalgama lleno de folclor nórdico, música gitana, cantos
judíos y picardía española, que, como bien lo describen sus
propios integrantes, conjuga "el espíritu de antaño con el
sonido del mañana".
El disco debut del Ensamble de la pecera cuenta con arreglos
instrumentales mondados, talento en cada uno de los instrumentos
y esa chispa de energía que evita caer en perfección estática y
contemplativa donde no hay reproches técnicos pero sí muchos en
la laxidad imaginativa. Una auténtica reliquia capaz de
transitar de un sombrío bar en Bucarest a una caravana gitana
sin salir de un enorme acuario. Hopa di Vida eternamente.
www.fishtankensemble.com
Hypnotic
Clambake desde Boston
Square Dance Messiah - CD
Por
Hugo Roca
La posmodernidad, con su olor acre y álgido tacto, apareció en
la música rock mucho después que en otras disciplinas
artísticas; Boddy Holly, The Doors, Led Zeppelin y The Clash,
grupos que eliminaron futuros ribetes de innovación, son
culpables de propiciarla.
MTV, sin dejo a incertidumbre, encarnó lo posmoderno y enarboló
su bandera; el canal dio cabida a miles de grupos heterogéneos:
bandas americanas que fusionaban cuanto ritmo escuchaban y los
volvían parte de un alud musical de proporciones colosales en
donde géneros, en apariencia y esencia contradictorios, podían
fraternar boyantes.
En la actualidad es difícil encontrar un grupo, ya no digamos
paradigmático, si no, simplemente interesante; esto debido a que
los medios musicales de difusión masiva se centran en lo que los
escuchas, gregarios arrastrados por gustos baladíes
producto de sus espíritus zafios, piden. ¿Y qué piden?:
canciones pueriles de melodías plagiadas y propuesta anodina.
El panorama es yermo, lo sé, pero me es fausto saber que sigue
existiendo música fetén, el problema es que hay que buscarla en
los rincones más recónditos del orbe.
Maury Rosenberg nació en Boston y es fundador de una de
estas bandas posmodernas con la capacidad de crear
excelente música: HYPNOTIC CLAMBAKE. Escuchar su disco Square
Dance Messiah es recorrer un páramo de pasto azul en Kentucky a
caballo y sombrero de mimbre cubriendo la cresta. Sus canciones
son cerriles, no la parte vituperante del vocábulo, remiten a
pasto, vegetales, rednecks y animales. Ilustran la calma
provinciana de algún rancho, el atardecer entre montañas, en
fin, un disco vaquero.
No puede ser considerado Blue grass tradicional, como muchos
críticos lo han encasillado, no puede serlo por el simple hecho
de haber salido en 1991; es country posmoderno, el mejor country
posmoderno que jamás se haya creado. Con un violín abrupto, una
base rítmica de 4 por 4 y guitarras inquietas, Maury Rosenberg
recorre todas las variantes del género que se caminaron en los
años 60, mezcla, en una batahola prócer, las delicias de la
tradición Folk americana.
La canción que da nombre al disco, Chef Mobie's Gumbo Gator, A
message from mother y In the Middle son piezas dotadas de una
capacidad de fusión y cabida para activar el ritmo interior,
que, al escucharlas, es improbable que un retractor de lo
posmoderno siga ostentando esa visión.
Vermillion
Lies "Separated by Birth" A small tribe records 2006
por
Hugo Roca- IndyRock
Comúnmente la concepción que se tiene de un grupo es el de la
unión de varios músicos para escribir e interpretar canciones;
en el proceso de grabación no se persigue un fin específico ni
se sigue una línea determinada, es decir, las canciones son
concebidas de acuerdo a la inspiración inmediata, la libertad de
inventiva es absoluta en el sentido de que cualquier cosa puede
salir y será aceptada siempre y cuando se le considere bella o
acorde. Por ejemplo, grupos como Cold Play o U2 se juntan
durante cierto lapso, erigen múltiples canciones y cuando tienen
bastantes, seleccionan un par de docenas para incluirlas en su
álbum. Los patrones acordados para la selección corresponden a
una línea empresarial, una concepción mental del líder o
simplemente democracia entre los miembros. A este tipo de
agrupaciones me gustaría bautizarlas con el mote de
desconceptualizadas.
Por otra parte, una minoría son los grupos que adoptan una
idea como premisa vital y se adecuan cabalmente a ella; su
forma de actuar y proceso de creación están regidos por
esa idea y todo producto es resultado directo de ella. Es así
como los grupos conceptuales toman vida.
Vermillion Lies es justamente uno de estos grupos conceptuales.
Dos hermanas que se separan; en el 2004, después de añales
incomunicadas se reencuentran y al no tener nada más puro que
decirse, se comunican por medio de música, la intercambian y
mezclan, al darse cuenta que la batahola es lo bastante
agradable, se fusionan en una misma sustancia y Vermillion Lies
cobra vida: una arpía únicamente separada por el día de
nacimiento.
Su disco debut se titula Separated by Birth y fue producido por
el afamado Myles boisen. Dividido en dos actos complementarios,
el disco invita a sumergirse en un espacio donde la música es
exclusividad de aquellos que cubren con sombreros sus cráneos y
saben que una máquina de escribir puede producir el
acompañamiento más fetén que jamás se haya escuchado.
Las hermanas Kim y Zoe Boekbinder, acompañadas de sus amigos,
tocan toy piano, acordeón, cacharros de gas, mandolín, manzanas
felices, oboe y muchos instrumentos (y adecuaciones de ellos)
más. Los arreglos de cuerdas son especiosos y ocasionan en el
que escucha una rara sensación exultante de melancolía.
Música que corresponde a la idea de un mundo quimérico que
surgió de la fausta unión de dos estorninos, no son canciones
bonitas como individualidades, no, no existe un sencillo
llamativo o algunas "rolas padres"; es un disco perfecto si se
logra entrar a ese mundo de gemelas; si no se logra, tal vez se
catalogará con la simpleza de "un disco raro".
"He pensado por algún tiempo y debería volar, cansada de
caminar con mis pies, estoy cansada, muy cansada. arriba en el
cielo hay personas, aquí sólo mentiros, facinerosos y ladrones",
con esas palabras abre el disco y desde ese momento puedes ver
todo desde arriba, donde la vista es más bonita y menos
fuliginoso el horizonte.
www.vermillionlies.com
Andru
Bemis Rail To Reel Wepecket Island Records, 2006
por
Hugo Roca
El don de escribir canciones hermosas es exclusivo de espíritus
sensibles, entendida la sensibilidad como la capacidad de
sublimar lo ignoto y apasionarse por lo bello. Aquí es cuando
surge la incógnita: ¿qué es la belleza?, ¿quién la determina?
Ante este cuestionamiento me parece que todo puede ser bello
siempre y cuando exista alguien que lo pueda enaltecer; así que,
lo que en apariencia es una fruslería pueril, puede adquirir
dimensiones mayestáticas si una mano creadora lo catapulta a esa
superficie. Esmirra, la zorra que persigue a Okka y su bandada
en El maravilloso viaje de Nils Holgersson, florece la venganza
y felonía porque en ello pone entera pasión y encamina con
denuedo sus acciones a dicho fin. El hecho de que algo sea lo
suficientemente poderoso para dar razón a una vida, que enhieste
pensamientos y obligar a utilizar la creatividad al máximo, es
tan inenarrable que es dador belleza. Ahora, si esa pasión
abandona la inherencia personal y es expresada con
abstracciones, ya sea de imágenes, sonidos, colores o letras, el
arte sale a escena y las emociones afluyen como rauda corriente:
lágrimas descienden tristes al tiempo que el livor se encamina a
la liza.
Andru Bemis tiene 25 años, nació en el Sur del Cielo (provincia
de Michigan) y ha grabado 3 álbumes: Plays past his bedtime,
Singer y Rail to reel. Toca la guitarra, el banjo y canta en
timbre de bajete depresivo; su voz es incomparablemente
expresiva y de beldad tal que la historia de la música tardaría
en buscar dentro de su acervo una que se le asemeje.
Al comienzo de cada año compra cientos de boletos de tren y
agenda una presentación en cada uno de los pueblos en los que
parará. Cundo el invierno es todavía párvudo, las frondas mondas
y las personas llenan de buenas intenciones sus mentes, Andru
aborda un vagón en el cual permanecerá los próximos 6 meses
acompañado de sus instrumentos, novelas y melancolía en el
corazón que aflora con su voz.
Es por ello que nunca he escuchado canciones más hermosas que
las que él canta, su melancolía es pura, surge de esa sensación
en la que se desconoce el destino, donde se avanza sin saber a
dónde se llegará. Las vías del tren y la naturaleza: los únicos
puntos de referencia. Pero los estorninos, el crepúsculo, los
corzos y las gullas son inalcanzables, un vidrio te separa de
ellos, un vidrio ígneo en movimiento perenne, cristal receloso
que protege lo verde; sólo deja apreciarlo más nunca
poseerlo.
Así se inspira Bemis, con el alma transida y atribulada, con
todos los secretos allende de una ventana, con la eterna
frustración del síndrome Stendhal, donde sólo puede
enamorarse del aspecto formal más nunca comprender el misterio
que encierra.
La melancolía perfecta, escarpada y pulida, eso es lo que este
cantante de folk presenta en Rail to reel, canciones resultado
de las múltiples cartas de amor con destinatarios inciertos, el
saberse cinco millas lejos del hogar y las rememoraciones de las
lecturas pasadas en libros de Twain.
"Si tu pierdes un tren en el que yo esté, sabrás que me he ido;
podrás oír el eco del chillido a cien millas de distancia", se
le oye plañir en la primera canción, pero como lo anuncia, el
eco de su voz permanece reverberando en el interior de
cualquiera que lo escuche cantar.
Lusitania
Summer
2005 Recordings
por
Hugo Roca- IndyRock
Lusitania nos presenta una recopilación de demos, canciones
inéditas, material en vivo y cóvers. Este dúo conformado por
Wyatt Shibley y Ben Richter emergió hace 2 años de la escena
folk independiente de New London, Connecticut. Al paso de los
años se han convertido un grupo de culto y su creciente base de
fans exigía un material grabado de la banda, de ahí surge Summer
2005 Recordings.
A lo largo de los 16 temas, Lusitania presenta su sonido folk
con tendencias oscuras que los ha caracterizado en sus famosas
presentaciones en vivo. En las grabaciones no se pierde ese
misticismo presente en sus presentaciones en vivo, el grupo
conserva en plenitud sus raíces.
Canciones como Old Man, Robot Boy, A Happy Song y en especial
Wyatt´s Song, muestran claramente las influencias de grupos como
Neutral Music Hotel (que por cierto hacen un cóver de su clásica
canción Bucket), Dresden Dolls y en especial el acordionista
Jason Webley.
Si bien la calidad de la grabación dista mucho de ser perfecta,
la propuesta de Lusitana es fresca y propositiva, valiente e
irreverente. Sin duda alguna, Lusitania es en potencia uno de
los grupos con más talento en la escena de folk oscuro. Con
canciones acerca de muerte y situaciones fantásticas, el dúo
invita a un viaje a través de mundos trágicos y situaciones
adversas.Una pieza imprescindible para todos aquellos
coleccionistas de joyas underground todavía sin pulir.
Novillero
Aim Right for the Holes in Their Lives 2005, Mint Records
MRD-084
por
Hugo Roca - IndyRock
El pop es un género que se ha visto gravemente deteriorado por
el mal uso que se le ha dado al término. Grupos plásticos y
solistas prefabricados ha contribuido en gran medida a
relacionar al pop con mala música o música mal hecha.
Partiendo de que el pop se define como popular, grupos como The
Beatles, The Who y hasta Elvis Costello encajan perfectamente en
esa definición. Pero ateniéndonos a lo que recientemente se ha
considerado pop, nos encontramos muy buena música como lo fue
Placebo en sus primeros discos, Mary Timony o Ryan Adams.
Novillero presenta en su segundo álbum, Aim right for the holes
in their lives, 12 temas magistralmente ejecutados con una
fuerte carga pop. Probablemente desde Warning de Green Day no
había surgido un disco pop tan brillante. Novillero rememora a
los Beatles en su corte Abbey; Laissez-faire System da un aire
al Elvis Costello de finales de los setenta, y canciones como
Dean o The Hypothesist presentan una estructura más moderna con
muchos teclados y hasta saxofón recordando a A.C Newman.
Si bien el disco no es innovador o propositito en ningún
aspecto, la ejecución de las canciones es perfecta. Logran
plasmar a lo largo del disco el sonido que definió a toda la
generación de bandas pop de los años setenta. El gran mérito de
Aim right for the holes in their lives radica en conseguir un
sonido que definió a toda una generación, pero no sonando
descaradamente a algo ya hecho. Dan un sonido a esa época pero
no plagian descaradamente.
Un homenaje impecable al pop de los setenta, eso es lo que
Novillero logra en su segundo álbum.
Immacultae
machine Ones and zeroes Mint Records MRD-087
por
Hugo Roca - IndyRock
La oleada de grupos desatada por el éxito comercial de grupos
como The Strokes, The Vines y The White Stripes (por nombrar los
principales), generó una inmensa cantidad de bandas con sonido
de garage que acabó catalogándose como "indie". Más allá de lo
acertado o erróneo de ese nombre, ese tipo de grupos consisten
predominantemente en una base rítmica sencilla, guitarras con
sonido sucio y letras acerca de problemas cotidianos.
Si se analiza la historia de la música con un poco de atención,
nos podemos dar cuenta que el grupo pionero del garage fue
Neutral Milk Hotel a finales de los ochenta y su disco
paradigmático In the Aeroplane Over the Sea es de los mejores en
el género. Durante la década de los noventa aparecieron miles de
bandas con sonido similar al que los Strokes llevó a la fama.
Immaculate Machine, grupo canadiense surgido en el 2004, editó
su disco debut Ones and zeros bajo el mítico sello Mint Records.
Para poder entender a plenitud el álbum, es necesario conocer
que Immaculate Machine es un grupo que absorbió a la perfección
toda la música "indie" que ha surgido a partir de Neutral Milk
Hotel y la plasmó a lo largo de 13 cortes. Si la única
referencia que se tiene son las bandas que la radio comercial
programa, va a ser difícil entrar a las entrañas de Ones and
zeros.
El álbum empieza con Broken ship, excelente corte donde la
tecladista Kathryn Calder rememora a Dolores O'Riordan y plasma
a la perfección el lamento.
"Estamos remando en un bote roto y sólo uno de nosotros puede
sobrevivir, no me quiero ir si eso significa que morirás", es la
primera frase que emana de la boca de Kathryn y con eso basta
para emocionar lo suficiente al escucha.
Después de un corte tan prometedor, no se encuentra otro con la
misma belleza hasta Invention 77 en donde se habla de la
invención del punk y critica ferozmente a todos aquellos grupos
que con la bandera punk lograron éxito comercial cuando su
música no corresponde realmente a lo que es en sí el punk.
Otra canción cumbre en el disco es So cynical donde el
guitarrista Brooke Gallupe canta. La canción transita por varios
ritmos ya conocidos, llega peligrosamente a sonar como Pete
Doherty cantado What became of the likely lads y por ende suena
un poco a The Strangles. Pero la canción sabe cuando apartarse
de esos lugares conocidos tomando forma por sí sola. Una gran
canción en verdad.
Debut fuerte de un grupo que promete cosas grandes. Recomiendo
visitar www.immaculatemachine,com y www.mintrecs.com para
más información acerca de este talentoso nuevo grupo.
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