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Pixelin Photo. Concierto Great Straits


GREAT STRAITS


'VOLVIENDO A CASA", VOLVIENDO A LOS ESCENARIOS

Crónica del primer concierto del nuevo y definitivo grupo de Óscar Rosende, Great Straits, la mejor banda homenaje a Dire Straits y Mark Knopfler.

Madrid 27 marzo; Jaén, 28; Granada 29;
El 21 de junio, con la Orquesta Sinfónica de Galicia en A Coruña, “Dire Straits Symphonic”.
19 de octubre en Barcelona, 24 en Bilbao y 30 de diciembre en Valencia.
Más fechas y venta de entradas en: 
https://greatstraits.com/conciertos/


JORGE M. DE LA CALLE * INDYROCK  * Marzo 2025
El 3 de marzo de 2020 Óscar Rosende presentaba ilusionado en Estudio 3 de Radio Galega Great Straits, su nuevo proyecto en homenaje a sus ídolos Mark Knopfler y Dire Straits, después de dejar la banda que fundó, Brothers in Band, por diferencias amargas con sus integrantes. Aquel que creía amigo y un tercer compañero junto a los que había registrado el nombre del grupo lo invitaron a salir si no se plegaba a sus condiciones: buscarle un sustituto. Pero si Brothers in Band existe y nació un día de septiembre de 2007 fue por la pasión de Rosende por Knopfler: si dijéramos que Mark era un miembro más de Dire Straits, tendría el mismo sentido. Ninguno. Porque el músico coruñés es, en palabras de Moncho Lemos, crítico musical, “el mejor músico clónico de Mark Knopfler de toda Europa; sobre todo en los solos no lo distinguiríamos del original”. Rosende perfeccionó hasta tal punto tanto su técnica e interpretación como la voz y puesta en escena para hacerla idéntica a la del músico escocés, que ambos son indistinguibles. Como si su sombra se hubiese disociado y cobrase vida propia, pero con más luz, porque el original ya no tiene lógicamente su edad y después del accidente de hace unos años había perdido la energía y la precisión de aquel Mark juvenil, que es el que transmite y proyecta en cada escenario el guitarrista coruñés. Y así las generaciones más jóvenes tenemos la suerte de poder disfrutar del Mark Knopfler de Alchemy, Brothers in Arms o On Every Street, como sonaría en aquel tiempo de finales de los setenta, ochenta y principios de los noventa. El Mark Knopfler de la cinta en el pelo está más vivo que nunca y habla gallego.

            Ese día de marzo de 2020, hoy hace algo más de cinco años, presentaba en la radio pública gallega Great Straits, su nueva formación junto a los técnicos y la mitad de la anterior banda, en la que sería más Dire Straits que nunca, pero también más Mark Knopfler que nunca, gracias a la inclusión de temas del músico de Glasgow en solitario. Esta ilusión desbordante  se vio truncada tan sólo once días más tarde por el estallido de la pandemia y la declaración del estado de alarma y la cuarentena que confinaron a todo el país y también a los coruñeses, y que hicieron imposible el estreno de la nueva banda en A Coruña el 29 de mayo de aquel año. Los deseos de presentar en sociedad la nueva y flamante formación se tuvieron que poner en cuarentena también hasta nueva fecha, y ese debut de Great Straits aún se aplazó hasta dos veces y se retrasó año y medio más por culpa del covid y las medidas de seguridad que restringieron enormemente la cultura en directo. Pero finalmente, un 10 de diciembre de 2021 el Teatro Colón acogió ese primer gran encuentro con el público, todavía con mascarillas, mas con total cercanía y calidez y un Rosende entregado al que se le notaban las ganas de tocar para la gente, como un niño con juguete nuevo. Lo acompañaban y acompañan ocho músicos de excepción, completando con él los nueve que llegaron a formar la alineación de Knopfler en su última gira de 1992: a la guitarra Manu Seoane (integrante de Brais Morán y Colorado; conocido como “el Knopfler”); también a la batería Marcos Pazo (de Brais Morán); y en el bajo Fran Sanz (Brais Morán, Budiño, Loretta Martin); más el valenciano Pablo Gisbert en el pedal steel guitar, que le da ese sonido country tan característico; el percusionista Rubén Montes, el saxofonista Diego Alonso, y Adrián Saavedra y Ale Casquero al piano, teclados y sintetizadores.

      Arrancaba Great Straits con la batería de “Calling Elvis”, la canción con sello country de On Every Street que Knopfler dedicó a uno de sus ídolos, como queriendo hechizar a la audiencia e invocar el espíritu del rey del rock and roll, un tema que también va sobre la incomunicación, pero que nada más empezar conectó con sus seguidores, que son también los de la banda británica. Varias generaciones unidas por la fascinación por su música, en feliz sincretismo. Para el final de la segunda canción, “Walk of Life”, una historia sobre los músicos anónimos de rock and roll, Knofpler y Rosende, Rosende y Knofpler, así como su banda, presentada a mitad de tema, ya se habían fusionado entre sí y con Dire Straits alcanzando la total comunión con el público. A este le agradecía su fidelidad y haber aguantado dos años desde que se anunció el concierto hasta su fecha definitiva: “costó más parirlo que el embarazo de un elefante”, reconocía. Y para el tercer tema, So Far Away, ya habían llegado tan lejos que sólo quedaba rendirse ante la evidencia de que habían conquistado el corazón de los amantes de Knopfler, especialmente cuando siguieron los acordes de uno de sus grandes clásicos. “Romeo and Juliet”, compuesta con su guitarra más icónica, aquella dorada que aparecía en la portada de Brothers in Arms.  En ese momento, la banda y su público ya estaban perdidamente enamorados, y en ese momento se sucedió “Why Aye Man”, temazo en solitario de Knopfler perteneciente a The Ragpicker’s Dream, sobre la solidaridad obrera, que, al escucharla Guy Fletcher, antiguo teclista de Dire Straits, pensó que era una grabación de su antigua banda.

            A continuación, “Where do you think you’re going?”, que fue la primera canción de Dire Straits que aprendió un jovencísimo Óscar Rosende, en aquella habitación vacía que reformaban sus padres en el domicilio familiar de A Coruña, adivinando uno tras uno los acordes y escuchando una y otra vez su cinta de cassette de aquel Communiqué, el segundo álbum de los británicos. Y como en aquella habitación de adolescente con todo por experimentar, partiendo de cero también en su cultura musical, lo siguiente fue (como diría Luis DB de Islas de Robinson en Radio 3) llenar su cocotera de buenas canciones, aventuras sónicas firmadas por el genio de Glasgow. Como en un cuento, “Once upon a time in the west”, otra de su segundo álbum, y llegamos al ecuador del concierto y punto de inflexión, tras casi una hora sin aliento, con uno de los temas culminantes de Dire Straits, el que daba nombre a su disco más vendido, Brothers in Arms, con 30 millones de copias vendidas. Los efectos de tormenta, la voz parsimoniosa de “Óscar Knopfler” y su guitarra en diálogo con él cuentan la historia de dos hermanos a través del doble sentido de la palabra “arms”: tanto puede significar “brazos” como “armas”; e “in arms” tanto “unidos”, “aliados” como “armados”. Así pues, los “hermanos de armas” o “en armas”, según se quiera interpretar, era un alegato contra la guerra y los conflictos que ocupaban las portadas de los diarios allá por 1985; la guerra del Salvador, Nicaragua y especialmente el conflicto de las Malvinas que lanzó el propio gobierno británico bajo el mandato de la Dama de Hierro, Margaret Thatcher, y a los soldados británicos a morir por decenas contra los argentinos. La voz y la interpretación absolutamente fiel de Rosende transmiten la tristeza y sinrazón de la guerra,  cuando mueren “hermanos” de “un solo mundo”, que sin embargo “viven en mundos diferentes”.

            Sigue “She’s gone”, interludio instrumental de la banda sonora de Metroland, que servía en directo como intro melancólica para “Your latest trick”, una de las grandes baladas de Brothers in Arms, con su inolvidable saxo a cargo de Chris White (aquí Diego Alonso) y su historia digna del género negro que también explotaría en “Private Investigations”. Pero tras el desencanto llegó el entusiasmo y la épica de “Tunnel of Love”, con “The Carousel Waltz”, la maravillosa intro de Rodgers y Hammerstein que lo antecedía en Alchemy, su gran disco en directo del 84. Quince minutos de música con mayúsculas que dejan sin aliento atravesando las diferentes fases de la relación amorosa, el “carrusel del amor”, la atracción de feria a la que Knopfler hace referencia en su vertiginosa narración, paseándonos por multitud de emociones y recuerdos que viven dos desconocidos que se embarcan en la noria de la vida. El gran escritor que es el músico de Glasgow se plasma en esta monstruosidad de canción, y la “Spanish city” escenario de atracciones de feria a la que hace referencia bien podría ser A Coruña en ese momento, o cualquiera de las ciudades hispanas que visitan en sus largas giras. El solo de Rosende/Knopfler finiquita este trepidante viaje, con la envoltura de los teclados y sintetizadores de Alan Clark y Tommy Mandel (aquí Adrián Saavedra y Antonio López), y para entonces ya pensamos que el billete de la montaña rusa estaba más que amortizado, exhaustos tras casi hora y media de gran rock and rollrock sinfónico y progresivo, ecos de country, blues, rockabilly y sobre todo melodías, arpegios, solos y atmósferas inolvidables, grabadas en el corazón de todos los amantes de la banda.
  
  Pero entonces quedaba todavía más de un tercio de concierto, e hicieron levantar al público con un rock and roll marchoso de toda la vida, “Two Young Lovers”. Después del baile, la calma y el ambiente envolvente de “Telegraph Road”, la canción preferida de Rosende, otros quince minutos de historia por una carretera y viaje también pero esta vez a través de la vida de un trabajador,  desde los tiempos más sencillos en los que la tierra proporcionaba lo necesario para vivir hasta la sociedad que se levantó después, llena de normas, límites, tráfico, desempleo, contaminación y demás complejidades y contradicciones del progreso y el capitalismo, en las que la voz narrativa siempre promete un futuro mejor, lejos de todo. El gran escritor de canciones y periodista se advierte detrás de estas letras que, además de analíticas y reflexivas, melancólicas y dolientes, pueden ser ácidas y mordaces, como en “Money for Nothing”, otra crítica contundente a la MTV y la nueva cultura de la música comercial y el consumo masivo, estrellas y canciones de usar y tirar tan fugaces como los videoclips, que con los coros de Sting los catapultó a lo más alto de las listas llegando a ser el sencillo más vendido de su historia. Su éxito más comercial y oda contra la comercialidad en alegre contradicción. Después de esto, tenía que venir por fin, en vuelta a los orígenes, la primera canción de todas, la que los descubrió allá en sus difíciles inicios como virtuosos de la guitarra y todos los demás instrumentos, “The Sultans of Swing”: un homenaje a los músicos  anónimos, en este caso de jazz, que tocan fundamentalmente por amor al arte, no por la fama o el dinero, y que relata aquella escena de una banda de Dixie tocando un día de lluvia cualquiera en uno de los muchos pubs londinenses. Otros doce minutos vertiginosos a través de la versión que de este su primer sencillo, que inaguraba su disco homónimo de 1977, se hizo en el directo Alchemy, grabado en Londres en 1983 y publicado en 1984, y que interpreta Rosende y el resto de la banda con absoluta fidelidad, nota por nota. Pueden poner en paralelo las dos actuaciones y lo verán, no desentonan en ningún momento.

           Tras la explosión de "Sultans of Swing", Rosende y toda la banda agradeciendo al público, su frontman a todo el staff técnico que les ha acompañado durante tantos años, y explicando lo especial del reencuentro después de más de dos sin tocar en un recinto cerrado y partiendo otra vez de nuevo con una nueva banda. El bis empezando por “Iron Hand”,  una de sus preferidas, otra reflexión sobre la inevitabilidad de la violencia y la guerra que se repiten cíclicamente en la historia del ser humano. Y para poner el broche, un rock and roll sólido tan sencillo en sus acordes como complejo en su trasfondo y significado como “Solid Rock”, y la despedida perfecta con “Going Home”, tema central de la banda sonora que Mark compuso para la película “Local Hero”, interpretada por Burt Lancaster. Un delicioso himno instrumental, melancólico y épico a la vez, que empieza tranquilo como tantas melodías de Knopfler pero crece y eleva su tono poco a poco, superponiendo distintos instrumentos, texturas de origen celta, a la par que sintetizadores, y acaba con un duelo trepidante de emoción entre la guitarra de Knopfler/Rosende y Mel Collins/Diego Alonso . Un tema que puede servir tanto para aquella película de temática ecologista y bella fotografía llena de campiñas escocesas como para la hinchada del Newcastle y que es sinónimo de regreso. Reencuentro con el hogar y la tierra a la que uno pertenece, como la vuelta de Rosende y su maravilloso equipo a los escenarios y la música en directo y  el reencuentro con el público de nuevo en su ciudad, A Coruña. Dos horas y media de emociones y virtuosismo con la música de uno de los mejores guitarristas de la Historia del Rock y su banda, interpretado por sus más fieles apóstoles.
Concierto íntegro de esa noche: https://www.youtube.com/watch?v=9vlyVhWk2uU

    El viernes 14 tocaron con gran éxito en el teatro Afundación de Vigo y al día siguiente volvieron a tocar en el Auditorio Municipal de Ourense a las 20.30 horas, más de seis años desde la última vez con Brothers in Band, dieciséis años después de su estreno en la ciudad del Miño en aquella mítica fiesta en el antiguo Teatro Xesteira, y por primera vez con Great Straits. 

 





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